Artichoke Lab

spring in winter

Monday, July 26, 2004

Hermanita de corazón y aliento. De nuevo yo atrapada en esta lejanía en la que no puedo ir a levantarte las manos hacia el cielo donde tus ojos puedan alcanzar la luz que te regrese las ganas de permanecer en este mundo. ¿Cómo recordarte que tu amor ha dado aliento a tantas gentes que han tenido la suerte de rondarte? ¿Cómo enfrentarnos a lo que lleva nombre de enfermedad y que te hace distinta? Así como le escribiste a Manuel tu sabes muy bien del encierro y de la angustia por una visita. Sabes de la soledad en pabellones fríos entre gatos y garúa limeña. Yo he creído que era que llevabas tanto amor dentro que se te salía desvariado a enfrentarse a los odios y a las pasiones de la humanidad. Estas eran tantas que terminabas rendida y con el sentimiento opuesto, el desaliento, tu desamor. Pero te hacías daño así, al menos eso hemos creído todos tus compañeros y veladores. Creíamos conocerte, advertirte. Se creía en la formula química que te haría soportar la vida que llamamos normal. Esa formula química que a la vez te causaba temblores y angustias. Me acuerdo cuando yo intentaba aliviar la rigidez de tus manos acariciándolas con las mías. De tus reflejos adormilados por las drogas calmantes de anciedades y dolor. Y yo cómo quería volverte a ver danzando en la primavera de los jardines de la universidad. Pero pasaron tiempos de encierros y tratamientos. Y de lucha. Ha sido tu lucha, tan solo la tuya la que ha ido abriendo cajoncitos de tu alma de donde salen regalos que tú ni te imaginas que guardas. Ha sido esto lo que vi en ti esta ultima vez en Lima. Pude sentir una serenidad como amarilla y de radiante sabiduría budista. Y claro que sí vas a ser una ‘maestra vida’ un día de estos como tu misma me dijiste y entonces ya no necesitarás de las dosis químicas sino de tu conocimiento interno nada más. Pero ya sé que no es fácil y sé también que hay muchas cosas que despiertan las penas y agotan al corazón. Hermana mía, te quiero dar tantas gracias por todo lo que me has dado. Por los colores en la Lima gris, por tus besos, por los sanguches de pollo y las canciones bailables en tu techo miraflorino. Las caminatas en los cerros, la curiosidad sobre los antepasados. Y te quiero también pedir perdón por mi falta de reacción, por la inmadurez con que enfrentaba tus cambios. Mi confusión ante tus torbellinos de felicidades y tristezas. Porque nunca se me olvidan tus ojos chinitos y tu admirable inteligencia. Porque se que necesitas que te devuelvan todo el amor que das y muchos no somos capaces de dar tanto. Y a ti pareciera que no te importa y quieres seguir dándote toda al punto de caer vencida, agotada. Por eso te quiero enviar tantas fuerzas que te lleguen enteritas a ese cuarto oscuro al sur del continente para que una vez mas le ganes al bajón. Porque gracias a ti también soy lo que soy y lo que voy aprendiendo a soportar. Y lamento volver a decirte también que sí, que estamos solos aunque mucha gente nos quiera y queramos a mucha gente. Decirte una vez más que la vida externa no es tan linda como tú la quieres ver. Aunque debe ser que esa idea te protege de tus enfrentamientos internos, de los desencantos que lastiman. Camino por esta ciudad. Veo personas dormidas sobre las veredas, agotadas, vencidas por la cordura. Todos los días los que nos creemos cuerdos les somos indiferentes y levantamos los pies para no tropezar con ellos o volteamos la mirada para no sentirnos culpables. Nos olvidamos de por qué existen. Entonces nos olvidamos que podemos ser nosotros algún día uno de esos que deambula pidiendo ser visto, escuchado, querido. ¿Te acuerdas esa vez en el metro la primera vez que estuvimos juntas en esta ciudad? Tu te hacías amiga de todo al que mirabas porque siempre has tenido la suerte de descubrir ese lado hermoso de los humanos. Amiga de los que salían de la cárcel en el greyhound. De los homeless en el metro. De las mamitas de la sierra. De los borrachos del centro. Es que te encanta la historia cantada y hablada. Eres mágica mujercita que sabe escuchar a esos olvidados, incomprendidos. Al punto de olvidarte que tu también eres una de ellos. Lindísima, sigue estando aquí, sigue regalándonos tu sonrisa, al menos hazlo por mí que ruego que le ganes a tu mounstro una vez más y que los estragos de la institución del encierro no te debiliten demasiado.
         

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